Criminales

"Criminal" es una de las palabras que más se escuchó durante el reportaje, El Follonero en Arizona,  que Jordi Évole  realizó en la frontera de Estados Unidos con México. Con esta palabra, es como se denominan a aquellos que atraviesan, o al menos lo intentan, la frontera entre ambos países.

Sin duda, curiosas son las entrevistas que realiza al sheriff Arpaio o a uno de los encargados de la vigilancia de las prisiones dónde son encarcelados los que carecen de "papeles" y en donde además son obligados a vestir unos calzoncillos rosas. Mientras la mayoría ve en esto una humillación, el sheriff "más duro" como le gusta ser conocido, éste bromea y resta importancia ofreciéndole al presentador unos firmados por él. Todo como ejemplo de ese gran país que es Estados Unidos,  el cual olvida los orígenes de esos millones de patriotas que ahora admiran con tanto fervor su bandera.

Se evidencia ese resurgir de las ideologías políticas de derechas más recalcitrantes más allá de Europa, que considera a la inmigración como la fuente de problemas relacionados con la seguridad o economía. De este modo, los inmigrantes están en el punto de mira de todos los ciudadanos como el enemigo a batir. Los "criminales" son vistos como una amenaza a la principal nación y a su patriotismo.

Joe Arpaio se muestra muy orgulloso de su fama y de la cárcel de tiendas de campaña que mandó construir en Arizona. Su  discurso es el mismo en televisiones y reportajes escritos.  "En otros Estados, como las prisiones están llenas, los liberan antes. Aquí, no. Aquí todo el mundo cumple la condena íntegra, porque basta con montar nuevas tiendas para que haya sitio". Esta declaración es sólo algunas de las que recoge Guillermo Altares para El País.

Mientras veía dicho reportaje, no pude evitar recordar la obra de Ryszard Kapuscinski,  "El Imperio" y sobre todo ese segundo capítulo, en el cual el escritor plasmaba una interesante reflexión acerca de las "fronteras". Límites que no cesan de causar conflictos entre los distintos países. Pueden adoptar la forma de alambradas o de hombres que empuñan armas para atemorizar a los que buscando una vida mejor arriesgan su vida y su libertad.

Nadie dueño de nada y al mismo tiempo poseedor de todo cuanto le rodea, cuan diferente sería este nuestro mundo sin vallas, sin vigilantes armados... Ahora, quizá más que nunca, pensar en  un mundo libre con personas libres sea más una locura que una utopía.