martes, 26 de octubre de 2010

Hojas

Siempre es un buen momento para leer y máxime cuando se trata de leer algo de Miguel Delibes.  La Hoja Roja, puede que no sea de los más conocidos de su obra, pero no deja de sorprenderme la capacidad de este vallisoletano  para  escribir  sobre cualquier hecho y del modo en que lo hace, en este caso sobre cómo reacciona el hombre ante la cercanía de la muerte.

Un funcionario que llegado el momento de la jubilación se enfrenta a esa “hoja roja” que aparece en los envoltorios de papel de fumar y que según uno de los amigos de Eloy, el protagonista, es la señal. Parece que la historia ha cambiado. Los hombres y mujeres de ahora, creemos  que no son los de antes, ¿o sí? Ahora la jubilación se entiende como una oportunidad, nuevos horizontes, más tiempo libre para dedicar a los demás y a uno mismo… Pero ¿esto es así? O sigue siendo años en los cuales  sientes que no tienes nada que aportar a los demás, todos te tratan como "viejo"...

Lo malo de esa hoja, a la que antes me refería, es que nunca se sabe cuándo va a aparecer.  Siempre es demasiado tarde, siempre quedan cosas por hacer… Para Eloy, la llegada de su jubilación da comienzo a la triste espera. La obsesión, uno de los mayores peligros, se apodera de él. Saber el tiempo que le resta definitivamente.  El anhelo por el cariño de un hijo que actúa de manera impasible ante su presencia. Los males de la soledad impuesta, cuando ya se han ido los otros y es la señal inequívoca de que también deberemos irnos nosotros. Y siempre nos quedará demasiadas cosas por hacer, siempre nos parecerá demasiado pronto. Nos asaltará la duda de si hemos vivido la  vida que queríamos. Si deberíamos haber cometido más errores, haber arriesgado más.  Ahí te das cuenta de que ya no te vale pensar más, ya no es momento de eso. Así Eloy vive sus días como si todos fueran el mismo. Conversaciones que se repiten como si de una representación teatral se tratara. La misma rutina y personas. Todo se repite. Quizá todo sea una artimaña para evitar pensar en que el tiempo se nos escapa, y que como “todo” el tiempo también pasa.

Es cierto, que la jubilación no es la antesala de la muerte porque desde que nacemos caminamos hacia ella, por muy macabro que suene. Es un intento de correr a contracorriente y es que como muchos dicen “intentar” es de cobardes. Pues en ese caso actuamos como los más cobardes, creemos que con los avances de la medicina nos alejamos de ella y de servir de algo sería de un stand by momentáneo. Quizá sea momento de no correr; andemos, mirando lo que nos rodea y prestemos más atención a aquellos con los que nos cruzamos.